Apreciado lectores de este, mi blog de vida. Bueno, de SIGNOS, que es en pocas palabras lo mismo. Hoy retomo el capítulo del primer semestre de segundo de prepa. Para finalmente terminar y empezar el siguiente. Aquí voy.
Les contaba que esta fue, finalmente, una etapa de claros en mi vida, o por lo menos, menos oscuros que los anteriores -dramas- relatados. Era septiembre, nos empezábamos a acoplar bien al año y a los amigos. Yo encontré -o reencontré, pues- en Emilio, Ándres, Esteban, Daniel y Rigo una especie de amistad bastante divertida. Me dieron ganas de levantarme en las mañanas, de saltarme clases, de salir por las tardes, de hacer algo los viernes, de tener amigos nuevos. Y aunque no siempre terminan los que empezaron, hoy puedo decir que hemos durado, que nos apreciamos y que son mis compascompas. En fin; regreso.
Durante este primer semestre, la mayoría de mis amigas y amigos, compañeras y compañeros, comenzaban a cumplir los diecisiete. Empezaban las salidas a lugares más de "gente grande" (¿cómo decirlo? Sí, de maneras ilegales), más fiestas intensas y pesadas, más bares y antros, más intentos de parecer mayores de edad, etcétera. Con decirles que por pura apariencia salíamos al área de fumadores de la escuela solamente a platicar. El hecho es que yo reafirmaba cada fin de semana que lo que hacían mis amigos cercanos, o en lo que se estaba convirtiendo, no era algo que llamara mi atención, sino lo contrario. Me la vivía pidiendo permisos para ir a presentaciones de libros, acompañaba a mis padres a los exámenes profesionales de sus alumnos o amigos, prefería las charlas y/o las bibliotecas los fines de semana que lo acostumbrado por la mayoría de los adolescentes. Además, me interesé e involucré mucho con Mezcala gracias a Rocío Moreno, que fue uno de esos maestros que entró por los idos. (Uno de esos casos preferibles y que agradezco profundamente al destino probable de existir) También fue así con Alvaro, que aunque primero vino a ser el reemplazo de Sandra (LA Sandra que jamás tendría -tendrá- reemplazo en vida como maestra en todos los ámbitos), después trajo a la escuela muchas cosas valiosas, como música y chairadas que se necesitaban para recuperar el espíritu signeano.
Todo iba muy bien. Mary, con las juntas de representantes, se volvió más cercana e importante en mi vida. Ya no era más un enigma. Le tomé mucho cariño, puesto que ya no era solamente la directora a la que le agradecía -de lejecitos- el ocurrírsele abrir una escuela tan maravillosa como SIGNOS, sino que finalmente tenía un rostro conocido, un ser tangible y querido, alguien en quien podía confiar y de quien podría aprender siempre. Me desvié; vuelvo. En noviembre tuve la loca y acertada idea de inscribirme como voluntaria a la FIL. (Uno de los pocos eventos rescatables en la ciudad) Y para no hacérselas muy largo, me terminaron por correr. Fueron dos razones principales: ayudar más del tiempo recomendado a una persona -escritora increíble y reportera admirable, por cierto- con discapacidad visual, provocando que no me apareciera en mi puesto cuando el jefe iba a tomar presencias, etcétera. Y llegar en dos que tres ocasiones menos de quince minutos tarde, dado que salgo tarde de la escuela y no llegaba a las tres con el trafico que existe durante la feria en las calles cercanas. En fin, es una FIL que no olvidaré jamás.
Y llegó diciembre. Además de con frío, con sentimiento. La despedida de Nerid se hizo notar. Primero con el rally de los libros. Con Sherlock. Dejar la clase de computación. La llegada de Fabián. La actividad de las revistas. Y un montón de cosas más que la hacían cada día más tangible. Lloramos mucho. Quiero decir, sobre todo Ximena, Renée y yo, quienes habíamos sido marcadas de alguna u otra manera por él y no queríamos aceptar, simplemente, su partida. De la escuela y del país, aunque fuera momentánea. Ocurrió, finalmente. Como todo. Y antes de irse me dijo algo que no escribo, pero que me hizo recapacitar y darme cuenta de lo que venía. De lo que tenía que hacer. De lo que estaba a punto de comenzar. El siguiente semestre.
El Sherlock que se quedó de este lado, y que está pronto a ser heredado.
Aquí en la FIL con Etgar Keret, quién firmó mi cerdito Pesajson.
Y una foto del año Nuevo en San Luis Soyatlán.
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