SEGUNDA PARTE DE TERCERITO, YA EN LA NUEVA ESCUELA.
(Mi -única, primera y última- etapa fresa)
Esta segunda parte fue loca. Verán, cuando Angela se fue de la escuela yo comencé a buscar amigas, porque con Luca, Ochoa, Emilio y Ponchín no me bastaba.
Esta segunda parte fue loca. Verán, cuando Angela se fue de la escuela yo comencé a buscar amigas, porque con Luca, Ochoa, Emilio y Ponchín no me bastaba.
Así comencé a ser amiga de Julia cuando apenas me había cambiado de casa a con Ro, en febrero del 2012. Ella me enseñó la vida de la gente mayor, de los adolescentes "maduros" y chidos. Yo, repito, era vulnerable y caí. No decido ahora si arrepentirme o no. El mundo de los delicados sin filtro, el de las fiestas y el alcohol, rebeldías en casa; esa fue Julia en mi vida, pero aún así realmente la llegué a apreciar por su interés y confianza en mí.
Después llegó la hora del cambio de escuela. Todo era nuevo. El camión, un patiotote, mucho sol, mucha lluvia, la brecha, el bosque, un listón que cortar, mariachi, unas jaulas con palomas blancas que teníamos que soltar todos juntos. Desafortunadamente mi fuerza no era suficiente y voló de mis manos antes de que fuera el tiempo correcto. Recuerdo que Chico me regañó por eso.
Por esas fechas comencé a forjar íntimas relaciones con Aylin y Paola. Ese tiempo con ellas fue realmente intenso. Quiero decir, bailábamos con canciones de Jesse y Joy, cantábamos con Fun y no entrábamos nunca a las clases de matemáticas. Nos alocábamos en el camión, ayudábamos a Aylin con el grandote, éramos equipo en todo y hasta fue mi etapa de ser niña femenina hembra. Quiero decir, me pintaban las uñas, me -casi- obligaron a ir a fiesta maquillada, comprar flats y dejarme el cabello largo.
Fue una etapa difícil. Los estragos de la separación de mis padres se veían reflejados en mis calificaciones y en mi rendimiento escolar. Todo el tiempo quería llorar, pero tenía que ser fuerte. Tenía que aceptar el hecho de que compartiría mi vida con Rogelio y Erandi. Yo estaba renuente a esa situación. No simpatizaba con nadie, ni con mis padres ahora separados ni con sus amigos y amigas. Pero todo lo que sentía lo guardaba. Y había días en los que simplemente no entraba en todo el día a clases. La música me comenzó a significar algo y -si podía- tenía mis audífonos puestos toda la mañana cuando no entraba a clases. Así, de llevar siempre promedios mayores a 92, llegué a mi máxima de 77. Mi beca se veía casi perdida. Y mi estancia en SIGNOS, por consiguiente, también. Recuerdo el día en que llegó la carta diciendo que debido a mi promedio tan bajo no tenía derecho a ella. Lloré y lloré, después tuve que llamarle a mi mamá para darle la noticia. Su respuesta fue clara: tienes que comprometerte, volver a conseguirla o no podrás quedarte en SIGNOS, porque además, mi progenitor no pensaba pagar más nada. Y me armé de valor para presentarme frente a Lupe, quién me comprendió y aceptó mi compromiso, no sin antes darme un regaño bien merecido. Aquél compromiso podría calificarse como el más sincero de todos los que he hecho. Todos los maestros me apoyaron; Nerid, mi maestro de computaciónsignaturasyvida fue honesto conmigo en el momento de decirme que me volvía una chica superficial. Claro que me dolió, pero decidí que no quería que nadie más me consideraba así, ni yo misma. Sandra, Marcia y Mary también creyeron en mí. A ellos se los agradezco; con sus comentarios logré alejarme de las personas que me dañaban y superar la depresión -¿o valemadrismo?- que me invadía en aquél año.
También, en ese abril, en el 2012 ocurrió un hecho que cambiaría nuestras vidas -de mi hermano, mi mamá y yo- para siempre. Mi Paco, mi abuelo, el papá de mi mamá falleció después de un año complicado debido a su enfermedad del corazón. Se había ido nuestro segundo padre, nuestro compañero de vida y nuestro ejemplo a seguir. Fue duro, doloroso y rápido. Sucedió en Aguascalientes, cuando pasaba unas semanas con mi tía y mis primos. Quiero decir, él se fue tranquilamente cuando supo que nosotros comenzaríamos a estar bien, cuando predijo nuestra estabilidad y equilibrio con Ro y Erandi. Sucedió en el momento preciso y adecuado; aunque todos hubiéramos preferido que jamás hubiera ocurrido. Todo tiene su fin. Él, mi Paco, ahora está presente aquí en mi blog, aquí en mi vida y aquí en cada decisión que tomo.
Me gradué prometiéndome a mí misma y a mis queridos que cambiaría de actitud y volvería a ser yo. Así fue. Y en la prepa esa palabra se vería reflejada tremendamente. Pero esa es otra historia.
Estas somos Julia y yo. Hace dos segundos me acabo de dar cuenta que hay un ente conocido detrás de nosotras. Estúpida suerte del destino incomprobable. No hay nada más que decir.
Mi Paco y bebé Paulette. Catorce años antes del 14 de julio inolvidable.
Por orden, Alec yo y Erandi cuando fingíamos ser una familia sin serlo aún.
Y mi graduación de secundaria. Por orden somos Paulette, Aylin, Lorenza Farías, Sandra, Uriel, Dieguito, Barba, Zyan y Cruz.
Aquí con Paola y Aylin en el viejo SIGNOS. En alguna clase a la que no entramos para variar.
Fue una etapa difícil. Los estragos de la separación de mis padres se veían reflejados en mis calificaciones y en mi rendimiento escolar. Todo el tiempo quería llorar, pero tenía que ser fuerte. Tenía que aceptar el hecho de que compartiría mi vida con Rogelio y Erandi. Yo estaba renuente a esa situación. No simpatizaba con nadie, ni con mis padres ahora separados ni con sus amigos y amigas. Pero todo lo que sentía lo guardaba. Y había días en los que simplemente no entraba en todo el día a clases. La música me comenzó a significar algo y -si podía- tenía mis audífonos puestos toda la mañana cuando no entraba a clases. Así, de llevar siempre promedios mayores a 92, llegué a mi máxima de 77. Mi beca se veía casi perdida. Y mi estancia en SIGNOS, por consiguiente, también. Recuerdo el día en que llegó la carta diciendo que debido a mi promedio tan bajo no tenía derecho a ella. Lloré y lloré, después tuve que llamarle a mi mamá para darle la noticia. Su respuesta fue clara: tienes que comprometerte, volver a conseguirla o no podrás quedarte en SIGNOS, porque además, mi progenitor no pensaba pagar más nada. Y me armé de valor para presentarme frente a Lupe, quién me comprendió y aceptó mi compromiso, no sin antes darme un regaño bien merecido. Aquél compromiso podría calificarse como el más sincero de todos los que he hecho. Todos los maestros me apoyaron; Nerid, mi maestro de computaciónsignaturasyvida fue honesto conmigo en el momento de decirme que me volvía una chica superficial. Claro que me dolió, pero decidí que no quería que nadie más me consideraba así, ni yo misma. Sandra, Marcia y Mary también creyeron en mí. A ellos se los agradezco; con sus comentarios logré alejarme de las personas que me dañaban y superar la depresión -¿o valemadrismo?- que me invadía en aquél año.
También, en ese abril, en el 2012 ocurrió un hecho que cambiaría nuestras vidas -de mi hermano, mi mamá y yo- para siempre. Mi Paco, mi abuelo, el papá de mi mamá falleció después de un año complicado debido a su enfermedad del corazón. Se había ido nuestro segundo padre, nuestro compañero de vida y nuestro ejemplo a seguir. Fue duro, doloroso y rápido. Sucedió en Aguascalientes, cuando pasaba unas semanas con mi tía y mis primos. Quiero decir, él se fue tranquilamente cuando supo que nosotros comenzaríamos a estar bien, cuando predijo nuestra estabilidad y equilibrio con Ro y Erandi. Sucedió en el momento preciso y adecuado; aunque todos hubiéramos preferido que jamás hubiera ocurrido. Todo tiene su fin. Él, mi Paco, ahora está presente aquí en mi blog, aquí en mi vida y aquí en cada decisión que tomo.
Me gradué prometiéndome a mí misma y a mis queridos que cambiaría de actitud y volvería a ser yo. Así fue. Y en la prepa esa palabra se vería reflejada tremendamente. Pero esa es otra historia.
Estas somos Julia y yo. Hace dos segundos me acabo de dar cuenta que hay un ente conocido detrás de nosotras. Estúpida suerte del destino incomprobable. No hay nada más que decir.
Mi Paco y bebé Paulette. Catorce años antes del 14 de julio inolvidable.
Por orden, Alec yo y Erandi cuando fingíamos ser una familia sin serlo aún.
Y mi graduación de secundaria. Por orden somos Paulette, Aylin, Lorenza Farías, Sandra, Uriel, Dieguito, Barba, Zyan y Cruz.
Aquí con Paola y Aylin en el viejo SIGNOS. En alguna clase a la que no entramos para variar.
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